jueves, 3 de agosto de 2017

VENEZUELA vs CATALUÑA

Es un lunes cualquiera de julio. Es un lunes perezoso de vacaciones, de desayuno tardío y reposado. En el canal de la televisión que todos pagamos, hablan de la consulta realizada en Venezuela por parte de la oposición contra los planes, poco o nada democráticos, del gobierno de Maduro. Se pone de relieve el número de votantes (millones) que han manifestado su deseo de más democracia. Se llega a hablar de guerra civil. En un momento, se exalta la hermandad entre el pueblo venezolano y el español para expresar los mejores deseos para este país hispanoamericano. La idea que parece prevalecer es la de que el gobierno presidido por Maduro no puede hacer oídos sordos al clamor de la población que reivindica su derecho a la participación.

Llegamos a un cambio de tercio: el desafío soberanista lo titulan. El enclenque debate que suscita el tema venezolano desaparece completamente. Se repiten hasta la saciedad los mismos argumentos superficiales sostenidos durante meses. El referéndum catalán no puede celebrarse básicamente porque es ilegal. Se reitera el discurso del gobierno español basado en el carácter antidemocrático del gobierno catalán por querer sacar las urnas a la calle. Se comenta la posibilidad de aplicar el artículo 155 de la Constitución española y se habla del ‘peso de la ley’ a la que todos estamos sujetos. Nada se dice de los millones que votaron en la consulta del 9N. La presencia de algún posible analista defensor del referéndum es una ocurrencia surrealista mía, pero echo de menos una dialéctica profunda entre juristas e historiadores a favor y en contra de su celebración.

Autodeterminación es “la decisión de los ciudadanos de un territorio determinado sobre su futuro estatuto político”. Es, además, la “capacidad de una persona para decidir por sí misma algo”. No lo digo yo, lo dice la RAE. Y, precisamente, esta es la reivindicación del pueblo catalán que vio cómo el parlamento español dejaba “limpio como una patena” el estatuto que habían votado en las urnas y que el PP recurrió al Tribunal Constitucional. Yo me pregunto por qué en este país le tenemos tanto miedo a la democracia. Es paradójico que quien hace sus leyes y tiene potestad para cambiarlas tenga como único argumento la ilegalidad de la petición de los gobernantes catalanes. También llama la atención que se resalte la falta de garantías con que se celebrará el referéndum por parte de quienes están poniendo todos los obstáculos a su alcance para que este no se lleve a cabo. Mientras tanto, las posturas se van polarizando cada vez más y aquel que no afirme su pensamiento en blanco o negro y exprese dudas en escala de grises será tachado de traidor a la causa. Esta es la realidad cainita de la piel de toro. Sin embargo, aunque parezca inaudito, en Madrid sí vivimos personas que creemos que Cataluña tiene derecho a decidir su futuro por sí misma, sin tutelas, con garantías.

Begoña Chorques Fuster
Profesora que escribe
Artículo publicado en el periódico 'Ägora Alcorcón'


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